lunes, 24 de septiembre de 2007

Delfin Quishpe:Torres Gemelas

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El Niño Predicador

AMORES QUE ASFIXIAN


Gran error es de muchos padres que sobreprotegen a sus hijos, con exceso de preocupación, piensan que a mayor cantidad de cuidados mayor es el afecto que le dan. Ese exceso de atención les limita y dificulta el desarrollo de su personalidad, haciéndolos mas dependientes, inseguros, inestables e inmaduros emocionalmente. Los padres tienen tendencia a proteger a sus hijos, los ven pequeños indefensos, los abrazan cuando lloran, los atienden cuando están triste y los cuidan de peligros, se preocupan ante una fiebre o enfermedad es lo normal, pero protegerlos y preocuparse en exceso, pendientes a cada momento de sus necesidades, si tienen hambre, complacen todos sus caprichos, no los dejan jugar por miedo a que se golpeen, no les permiten estar descalzos o que tengan contacto con el piso para que no se ensucien o se infecten, les dan la comida para asegurarse de su alimentación, los bañan, los visten porque pobrecito no saben hacerlo, o porque necesitan salir rápido al trabajo, y cuando llegan las obligaciones escolares, son los primeros en sentarse a hacerles las tareas, estos son amores que asfixian y traen como consecuencia niños caprichosos, dependientes llenos de limites, no conocen las frustraciones, ni los contratiempos, no aprenden a valorizar, ni a ganarse los premios, crecen sin sentido de responsabilidad, con dificultad para la toma de decisiones y por supuesto no resuelven sus propios problemas, generalmente son niños y adolescentes y hasta adultos manejable por otros, con poca capacidad de liderazgo positivo.
Los padres sobreprotectores exigen a sus hijos menos de lo que corresponde a su edad, no los dejan asumir responsabilidades para que vayan adquiriendo autonomía y los ven como niños aunque hayan entrado a la universidad. Por eso nos encontramos, con jóvenes que no se adaptan al ambiente universitario, donde se requiere de actitudes independientes, autonomía en la toma decisiones y enfrentarse a situación difíciles que deben resolver de forma inmediata. También observamos escolares que hay vestir todos las mañanas para que no lleguen tarde al colegio, niños y adolescentes que nunca ordenan sus cosas porque mamá se lo hace, esperan a mama para hacer las tareas.
Estas consecuencias de dependencia e inseguridad son vivenciadas posteriormente, en la relación de pareja, donde se irrespeta el espacio de cada uno, se violenta la intimidad del otro referido al registro de cartera, teléfono y hasta de la ropa interior, se limita la posibilidad de continuar estudios por temor a, inclusive se prohíben amistades, se posesiona uno del otro, con un sentido de pertenencia casi patológico, que atosiga la relación y en muchos casos la relación es tan asfixiante que ahoga y mata el amor
De allí que es importante para el desarrollo integral, que los padres sean afectuosos, cariñoso y comunicativos, pero sin impedir que asuman responsabilidades, enseñarlos a ser autónomos que se involucren en las actividades de la casa, como apoyo como ayuda y como aprendizaje, que ellos aprendan a resolver situaciones sencillas en el hogar con sus compañeros y amigos también es aceptable que tengan en algunos momentos sentimientos de frustraciones, cuando no se le puede complacer en su exigencia sencillamente explicarle el porque, la disciplina con afectos, premios y limites es fundamental para el desarrollo armónico de su personalidad Recordemos algo muy importante somos los mejores modelos que ellos imitaran, y ellos son el fruto de la semilla que sembramos.

"LOS QUE FRACASAN AL TRIUFAR"


"Los que fracasan al triunfar'' son personas que una vez que han logrado un éxito determinado (como por ejemplo una conquista amorosa largamente esperada, o una promoción profesional de mayor responsabilidad, prestigio y retribución económica, lejos de disfrutar del éxito, experimentan cierta sensación de fracaso psicológico, profesional, emocional y aún personal. Y como ellos vivencian su fracaso pasivamente, sólo bajo tratamiento psicológico pueden ser capaces de reconocer su participación activa en ese proceso. Este dramático rasgo de carácter (patológico) descrito por S. Freud en 1916, está basado en una dinámica inconsciente que tiene que ver con la posición de ese futuro "saboteador" en la situación edípica. Freud explica el fenómeno, como la consecuencia de una equiparación inconsciente entre el éxito en la adultez y una supuesta victoria sobre el progenitor del sexo opuesto, en la niñez.El éxito real en la vida adulta, deberá ser luego sancionado como si se tratara de un crimen edípico, con su consecuente sentimiento de culpa.Esto tiene su fundamento en la sexualidad infantil y el Complejo de Edipo. Este fenómeno tiene relación con el sentimiento de que "algo es demasiado bueno para ser cierto". La esencia del éxito consiste en "haber llegado" más lejos que el propio padre, siendo ésto algo prohibido. De allí el intenso sentimiento de culpa y la necesidad de "pagar" por ello. De todos modos convendrá aclarar que tanto el éxito como el fracaso deberán ser definidos en función de los deseos y prohibiciones propios de cada persona, más que a través de una valorización externa.Lo paradójico reside en que, mientras la gente busca tener logros por sus consiguientes sentimientos de satisfacción y placer, lejos de producir alegría, algunas personas, una vez obtenida la realización de sus deseos, comienzan a sentir ansiedad, se desorganizan o bien se enferman somáticamente y no se tranquilizan hasta haber hecho añicos tales logros.
Un tipo de carácterEs uno de los tres "rasgos de carácter" que Freud describió por el año 1916. Cuando Freud escribió estos artículos, estaba interesado en las manifestaciones clínicas de la culpa inconsciente, los estudios sobre el narcisismo y la melancolía, trabajos en los que la culpa inconsciente jugaba un papel fundamental. Junto con el trabajo sobre "Los que fracasan al triunfar" describió:A Las excepciones: que se refieren a aquellos individuos que sienten que merecen privilegios especiales en la vida adulta por razones que permanecen inconscientes.B. "El delincuente por sentimiento de culpa" que se refiere a criminales que por un sentimiento de culpa cometen crímenes en el presente a fin de justificar su culpa inconsciente.Lo que es común a todos estos tipos de caracteres, incluyendo a "los que fracasan al triunfar", es algún antecedente de un proceso dinámicamente inconsciente, que lleva a manifestaciones observables, en apariencia contradictorias con los principios del funcionamiento psíquico que Freud ya había mencionado en 1911: el principio de placer--displacer y el principio de realidad.
¿Qué temen?Se supone que los niños que están destinados a ser "futuros saboteadores" de su propio éxito, han sido niños con un gran talento natural.Estos dones facilitarían sus potenciales logros. El primer éxito experimentado por el niño es la situación de haber logrado muy tempranamente, ser los preferidos de su madre. Las fantasías de exclusiva posesión de la madre, se acompañaron de grandes dificultades para separarse de ella. Si la madre los prefirió o no en realidad más que al padre, no se puede saber. Pero lo que está claro es que el vínculo con la madre en la niñez y que aún perdura inconscientemente es "intenso" y "exclusivo". Ellos se sienten en el centro de la vida de su madre. Se sienten sobrevalorados por ella. El padre es percibido como impotentemente furioso por haber sido excluido de la díada madre-hijo. En el desarrollo normal, el niño puede reconocer que él no satisface los deseos de su madre; que ella necesita de otro adulto, el padre y esto lo tienen claro aún en los casos de viudez o divorcio, dado que siempre hay sustitutos paternos. "Los que fracasan al triunfar" perciben al padre como muy agresivo e intensamente envidioso del vínculo madre-hijo, mientras a la madre la sienten como intrusiva y demandante de atención y gratificación. El vínculo (cuando adultos) es experimentado como pegajoso, por lo que en la adolescencia el joven hará desesperados esfuerzos para separarse como un pseudoadulto en un intento de romper el lazo con la madre.Al acceder al éxito, la excitación narcisística, la imagen de sí mismo como un triunfador edípico y paralelamente la de ser como una parte valiosa del cuerpo de la madre (falo) es excesivo para la barrera de la represión contra los deseos incestuosos. Ser exitoso de una manera tan apasionante es demasiado arriesgado.Cuando se sabotean, simbólicamente se castran a sí mismos, pero mágicamente dejan de ser el codiciado falo de madre, sintiéndose por fin autónomos.El éxito representaría seguir siendo una parte de la madre y el fracaso es percibido como únicamente propio.
Las señales del auto-boicota. La ansiedad que acompaña al logro personal.b. La consecuente desorganización.c. La ausencia de la esperable alegría o placer ante el éxito.d. El descontento consigo mismos a pesar del triunfo.e. Ciertas ideas paranoides de sentirse envidiado por los demás.f. La depresión.g. Algunos síntomas somáticos.
¿Será posible revertir esta situación?El diagnóstico precoz de este tipo de carácter que tiene que ver con:a. El talento.b. La competitividad extrema.c. Cierta cuota de narcisismo bien definido.d. El creciente nerviosismo e irritabilidad cuando se está por lograr la situación deseada.e. El comenzar a cometer ciertas "barbaridades" o extravagancias justo allí, donde se alcanzó el éxito.Todo lo mencionado nos tiene que hacer pensar que al sabotearse a sí mismo, la persona exitosa busca destruir la meta conseguida, por el profundo malestar o culpa que lo asalta.Sólo el psicoanálisis puede ayudar a la persona a reconocer los motivos inconscientes de su actitud y no sólo preservar el logro obtenido, sino permitir que la persona pueda ir obteniendo nuevas metas acordes con su capacidad, creatividad y perseverancia. No está de más agregar que, el modo a través del cual se accedió a una situación exitosa, si bien poco tiene que ver con los conflictos de la infancia, contribuirá a que la persona se sienta digna, merecedora de su logro y lo pueda sostener a la vez que disfrutar.
Casos paradigmáticosFreud tomó de la literatura dos casos que se consideraron paradigmáticos de este tipo de carácter patológico.1. "Una de las figuras, la de lady Macbeth, inmortal creación de William Shakespeare, nos presenta toda la evidencia del caso de una vigorosa personalidad, que después de luchar con tremenda energía por la consecución de un deseo, se derrumba una vez alcanzado el éxito" (S. Freud).2. El otro caso es el de Rebeca West de Henrich Ibsen (1886: Rosmersholm), quien luego de inducir el suicidio de su rival, es vencida por el remordimiento que hace imposible para ella disfrutar del fruto de su malévola argucia, aún después que ella fuera perdonada por el noble Rosmer por "el crimen que ella había cometido por amor a él".Para Freud tales "crímenes" reverberan hechos inconscientes de su niñez. Él hace notar que la atracción dramática (de la obra) se basa en una similar reminiscencia con estos elementos inconscientes en las vidas de cada miembro del público.

"EN BUSCA DEL CUERPO PERFECTO"


La Historia nos ha revelado que todo cambia y en particular la Historia del Arte, nos muestra los distintos avatares que atraviesan los ideales estéticos a lo largo de los tiempos. Así, si consideramos los cambios en el ideal de imagen corporal, podemos decir que actualmente, ninguna jovencita se moriría por poseer las redondeces de aquellas mujeres que plasmó en sus lienzos el flamenco Peter Paul Rubens , mientras que es usual encontrar chicas que, atormentadas por la obsesión de no poder alcanzar una supuesta perfección se tornan inmensamente desdichadas. El ideal femenino, no repara en las preferencias masculinas, que indican que ellos, las prefieren con "forma de guitarra."En las postrimerías del siglo XX (y en particular en los últimos 30 años), el ideal estético femenino ha recaído en conseguir un cuerpo ya no sólo delgado ("como una tabla"), indicador de autocontrol, sino también musculoso (como el de los hombres atléticos); en tanto que el aspecto esperado para el hombre tiene que ver con ser fuerte, inteligente y corpulento, "ma' non tropo". Y muchas veces, estos mandatos socioculturales, que señalan como exitosa y feliz a la persona esbelta, influyen en personas particularmente vulnerables o que están atravesando un momento de crisis vital. Estas personas ceden fácilmente a las presiones externas y se adaptan a llevar un ritmo de vida tendiente al logro de una figura que se pueda exhibir (la moda de la pancita al aire) sin correr el riesgo de sentirse marginado y..."todo bien...". Ésto se ha arraigado a tal punto en bastos sectores de nuestra comunidad, que Argentina ocupa uno de los primeros puestos en el ranking de trastornos de la alimentación (por ej: bulimia y anorexia nerviosa), causando toda clase de estragos en la salud física y psicológica.En la medida en que se subestime lo personal y diferente de cada ser humano se cae en la masificación. Se ha llegado a tal epidemia del fisico-culturismo, que ya nadie se atrevería a cuestionarlo debido a que ya es parte de nuestro inconsciente colectivo. Por eso cuando el tiempo semanal no alcanza para lograr la figura idealizada (a través de las dietas todo "Diet") la persona se culpabiliza a sí misma apresurándose a cumplir con los "deberes" de acudir a gimnasios, concurrir a clases de work out, de realizar intensas caminatas al aire libre acompañadas preferentemente por un personal trainner, masificando el uso del tiempo libre y olvidando que cada persona tiene su historia, sus sueños y sus propios recursos personales.La actitud compulsiva en el logro de estos ideales estéticos (a costa de perder la salud, si fuera menester, descuidar a la familia, etc.) denota el precio que se está dispuesto a pagar para responder a un imperativo social-cultural (relativo a cada grupo social y a cada momento histórico) para sentirse integrado a una sociedad que imaginariamente protegerá a quienes respeten estos mandatos. Si se enfatiza "la buena presencia" se descuida a la persona "envasada" en ella. Y seguramente esa persona tendrá sus gustos, sus pasiones, sus aptitudes producto de la predisposición, que le marcó la historia que le tocó vivir, y de los sueños que fue elaborando a través de la epopeya de su vida. La paradoja de nuestra civilización consiste en que mientras se pone el énfasis en la salud, cada vez se hacen más sacrificios en aras de conseguir un aspecto físico garante del éxito.Cuando la imagen de sí y la autovaloración de una persona dependen del peso corporal y de sus formas, se está corriendo el peligro de estar absolutamente sometido a los dictámenes de una moda que olvida que "lo esencial sigue siendo invisible a los ojos" como decía Saint Exupéry en "El principito".

Metapsicología de un drama clínico: el comienzo que insiste en el final de análisis


La metapsicología ha sido desde siempre interpelada por la clínica. Hoy más aún, a partir de los nuevos enfoques teóricos y complejos desafíos clínicos.
En la encrucijada entre las patologías actuales, la profundización de la obra de Freud y los desarrollos de los autores post freudianos, los analistas podemos preguntarnos dónde estamos ubicados respecto de ciertos postulados teóricos y si las mismas articulaciones siguen vigentes para nosotros con la convicción con que fueron planteadas por Freud. A su vez repensar su coherencia con los hallazgos clínicos.
Entre la metapsicología y la psicopatología, es la técnica la que se verá finalmente interrogada. Zona de conflicto e intersección, tendrá que ofrecer alternativas para una cura posible.
Quiero referirme a los conceptos de pulsión de muerte y masoquismo primario desde la metapsicología, trauma y narcisismo en su expresión clínica, el final de análisis y algunas cuestiones técnicas.
Es posible que hoy en día ya no sepamos con tanta seguridad qué es la pulsión de muerte, y que aún no estemos muy seguros de cómo es un final de análisis. De lo que no nos cabe duda es de la vigencia del masoquismo en cualquiera de sus formas, tal como lo vemos en la clínica y en la vida cotidiana, la nuestra inclusive.
La pulsión de muerte se le impone a Freud desde dos imperativos diferentes: la preocupación por explicar ciertos hallazgos clínicos y la necesidad de coherencia dentro de la teoría metapsicológica.
En el campo de la clínica el concepto de pulsión de muerte fue esgrimido para explicar la compulsión de repetición más allá del principio del placer, las conductas autodestructivas y el masoquismo moral.
En el de la metapsicología por la exigencia dualista de la teoría que, al unificar en el narcisismo las pulsiones sexuales y las del yo, urgió a crearle un opuesto.
Por otra parte pareciera que Freud, al postular un narcisismo primario con toda la libido en el yo, precisó también de un masoquismo primario como la cara oscura del narcisismo.
Sigue siendo polémico el planteo acerca de este masoquismo primario, tributario de la pulsión de muerte, previo a la etapa en que la agresión se dirige hacia el objeto exterior, anterior al sadismo primitivo.Anterior también a ese masoquismo que aparecerá como secundario al sadismo del superyó: el masoquismo moral. Pero además, ligado a la compulsión de repetición y complicando el final del análisis.
Sin embargo, ante el apremio de la realidad clínica resulta desafiante explorar algunas vertientes que han sido retomadas en autores contemporáneos.
Y aquí aparecen dos líneas fuertes. Por una parte la actualización del masoquismo primario en el masoquismo moral y la articulación de éste con el narcisismo. (Green). Por la otra la evidente conexión entre la compulsión de repetición y la violencia de origen externo, el trauma.(Winnicott)

El punto de vista de algunos autores postfreudianos
Ya Ferenczi sostenía que en pacientes con menor integración y fortaleza yoicas, se debía tener más en cuenta la actualización de la experiencia traumática que los recuerdos reprimidos. Su hipótesis era que la reactivación de los traumas infantiles en la situación analítica permanecía incurable, si el analista no era capaz de modificar su actitud contratransferencial al activarse la compulsión de repetición. Pero, afirmaba Ferenczi, así como en la historia infantil los adultos no habían podido hacerse cargo de su responsabilidad en el dolor causado al niño, el analista insensible, escudado en la regla de abstinencia, se desentendía de su participación en el dolor actual del paciente, repitiendo la historia temprana e impidiendo la elaboración del trauma.
Melanie Klein abre otra dimensión a la comprensión de la fusión pulsional y la integración del yo y los objetos. Plantea un quantum constitucional de pulsión de muerte en cada individuo que atentaría contra la consecución de la posición depresiva, dando como resultado la persistencia de la ambivalencia y la defusión de la pulsión de muerte, que operaría así en forma autónoma.
Por su parte Winnicott niega la necesidad de postular una pulsión de muerte. Para él, el factor traumático es esencial y está representado por el fracaso del entorno temprano, que desencadena las angustias inconcebibles y la amenaza de desintegración. El trauma queda fuera de la posibilidad de ligazón y elaboración, sin acceso al recuerdo ni a la palabra, en un tiempo en que el yo es demasiado inmaduro para acoger en sí el fenómeno traumático.
En una perspectiva original Winnicott sostiene que el trauma originario no sólo aparece en forma de repetición, sino también como amenaza proyectada en el futuro. Afirma que sólo a través del sostén yoico brindado por el analista (y no por efecto de las interpretaciones), la experiencia puede ser revivida, significada y así transformada en pasado.
André Green, integrador de varios esquemas referenciales, se apoya en los desarrollos de Bion, Lacan y Winnicott para postular un narcisismo negativo como aspiración del yo hacia el proceso desobjetalizante y no sólo hacia la desinvestidura del objeto.
Articula la pulsión de muerte, el masoquismo primario y la compulsión de repetición, y nos muestra al masoquismo moral como heredero del masoquismo originario.

Algunos interrogantes
Ya Freud en “Análisis terminable e interminable” se refirió al pronóstico del tratamiento en relación al juego de fuerzas entre tres ejes: las alteraciones del yo, el quantum pulsional, el origen traumático de la enfermedad.
Hemos visto que desde las distintas teorías se pone el énfasis en la capacidad de representar y simbolizar, o la fragilidad de la estructura del yo. Por otra parte, cada autor le dará un peso diferente al comportamiento del objeto real externo.
Conocemos de qué modo diferentes autores atribuyen al objeto primario funciones estructurantes: el holding en Winnicott, la capacidad de rêverie en Bion, la violencia primaria en Piera Aulagnier, para nombrar sólo algunos modelos teóricos.
Uno de los interrogantes es en qué medida y de qué modo el papel del objeto primario operaría en la posibilidad de adquisición o preservación de lo que Green llamó función objetalizante.
En otras palabras, qué elementos operan en la estructuración del psiquismo en términos de favorecer un funcionamiento regido por Eros y promoviendo los mecanismos de simbolización, y qué otros orientarían al psiquismo hacia los procesos negativos regidos por Tánatos.
Si tomamos esta vertiente, el masoquismo primario y la compulsión de repetición serían la marca de traumas tempranos. Esta es la línea de Ferenczi y Winnicott, y de muchos pensadores psicoanalíticos actuales, que la asumen cuando explican los fenómenos clínicos, adhiriendo a un origen traumático de la compulsión de repetición.
La otra alternativa es la que considera un masoquismo primario de origen endógeno y tributario de la pulsión de muerte.
Dialogando con los colegas que han reflexionado sobre estos temas, gran parte de ellos integradores de varios esquemas referenciales, aparecen marcadas coincidencias en la perspectiva clínica. Particularmente, y más allá de sus referentes teóricos, una toma de posición clínica a favor de la teoría traumática en el origen del masoquismo primario y la compulsión de repetición. Si, instauración del superyó mediante, se instala el masoquismo moral, con el sentimiento inconsciente de culpa y la necesidad de castigo, pareciera que la noción de pulsión de muerte quedara vacía de gran parte de sus contenidos.
¿Queda la pulsión de muerte sólo como un referente constitucional, inabordable e imposible de evaluar, es decir fuera del análisis? ¿O se le deben adjudicar otras características o funciones más allá del masoquismo y la compulsión de repetición?
En un intento de acercarme a la dimensión humana de esta problemática, es decir al sufrimiento de nuestros pacientes, quisiera desarrollar algunos aspectos relacionados con la clínica del masoquismo y las dificultades para acceder al final de análisis.

Masoquismo moral y narcisismo: la figura del sacrificio
En la encrucijada entre la reactivación del masoquismo primario y el sadismo del superyó aparece el masoquismo moral, revestido, sostenido y legitimado por el narcisismo.
Este fenómeno, que puede responder a un cuadro clínico estructurado o activarse en determinados momentos del análisis, se caracteriza por la vivencia de orgullo originada en la capacidad de renuncia a la satisfacción instintiva, y la tolerancia al sufrimiento. En estos pacientes aparece, en forma manifiesta o encubierta, la idealización de la vocación de sacrificio, el estoicismo como baluarte, la resistencia desmesurada al dolor tanto psíquico como físico, la devoción incondicional como valor supremo, el sometimiento sin matices a ideales exigentes y crueles.
El beneficio es evidentemente la sensación de superioridad moral que se obtiene por la capacidad de soportar el sadismo del objeto. La arrogancia y la omnipotencia son con frecuencia los acompañantes de esta posición, en la que el paciente se lamenta de la carga de responsabilidad no compartida y demanda comprensión y consuelo, pero no acepta la ayuda, situación que se manifiesta también con el analista, resistiéndose así a mejorar, a abandonar su sufrimiento sostenido como un trofeo.
Aquí se hace evidente la funcionalidad defensiva del narcisismo hipertrófico que denuncia la magnitud del trauma que intenta negar.
Narcisismo exacerbado que puede ser pensado como el absurdo intento de protegerse contra lo que ya sucedió.
Quizá la necesidad de sostener estas posiciones sea la que hace que un análisis sea interminable. Interminable como el trauma que le dio origen, lecho de rocas investido narcisísticamente y transformado en fortaleza.
Pareciera que esta coalición masoquismo-narcisismo sustentada desde la reactivación del masoquismo primario y alimentada por el riesgo del sometimiento transferencial, fuera la mayor resistencia al análisis.
Aquí el masoqismo, más que por el sentimiento de culpa y la necesidad de castigo, estaría sostenido por la necesidad de sufrimiento y el sentimiento de superioridad.
Si el repliegue narcisista se opone a la posibilidad de desarrollar una transferencia en la cura analítica es porque dejarse curar implica aceptar la dependencia, otorgar la confianza. Curarse es también renunciar al reclamo de justicia, de algún modo dar la cuenta por saldada.
La autosuficiencia es la manera en que estos pacientes han decidido curarse a sí mismos en un cruzada heroica de apropiarse de lo inevitable: el sufrimiento. Hacer - se activamente lo sufrido pasivamente es un modo de hacer de la necesidad, virtud.

El lecho traumático, la roca narcisista
“La perla es el monumento al dolor de la ostra”, dijo algún poeta. ¿Cuál dolor? el trauma, el grano de arena, la intrusión de un cuerpo extraño en su propia carne, que la lleva a segregar esa capa protectora que al cristalizarse se transformará en coraza defensiva, a veces de singular belleza y valor.
Sufrimiento y monumento forman así una estructura inexpugnable que se resiste ante la amenaza de curación, buscando preservar la única huella de lo irrepresentable, el único testimonio de lo traumático, escondido en su mausoleo.¿Qué puede hacer el análisis para desarticular la defensa narcisista y acceder a lo traumático encontrando nuevas formas de tramitarlo?
Aquí se juega la batalla que lleva directamente al lecho de rocas freudiano, el deseo del pene en la mujer y la no aceptación de la posición pasiva en el hombre.
Ella reclama la parte que le adeudan. El se niega a dejarse hacer, a entregarse. Sin embargo, en la clínica encontraremos ambos aspectos en cada uno. También hay hombres que reclaman la parte que les falta y mujeres que no se dejan.
En ambos casos es fácil vislumbrar el estigma narcisita, la negativa a precisar del otro. Green dirá que tanto el varón como la mujer rechazan lo femenino, porque representa a la madre y el riesgo de su función pasivizante. Winnicott mostrará la necesidad de negar la extrema dependencia con el objeto primario.
¿A qué se resiste el narcisismo? Al amor de objeto, a colocar la libido en una inversión de riesgo, a asumir la deuda de gratitud que dejó la dependencia temprana y contraer una nueva deuda en la transferencia. De allí la necesidad de hacer fracasar al otro en su función terapéutica.
En el final de análisis resurge con insistencia el trauma no analizado a causa de las resistencias del narcisismo, pero también debido a las limitaciones del analista y las del análisis mismo.
Pero acaso, ¿se puede elaborar el trauma sólo a través de interpretaciones, como se hace con lo reprimido? Entonces en el final de análisis, el lecho de rocas: trauma, masoquismo primario, compulsión de repetición. El narcisismo y su formas de resistencia, el rechazo de la dependencia y las relaciones objetales, la transferencia resistencial. Del lado del analista: el reconocimiento del trauma, la empatía, el trabajo con el encuadre.
Quizá se requiera de otro tipo de trabajo sobre la escisión y los mecanismos de defensa primitivos, una revisión sobre las características del encuadre y la regresión, otros modos de trabajar la transferencia y la contratransferencia. También asumir que las defensas y resistencias narcisistas, más allá de su aparente inviolabilidad, deben ser objeto privilegiado de análisis ya que no sólo afectan la posibilidad de concluir un tratamiento, sino que tienden a desmoronarse en forma espontánea llevando al deterioro de la personalidad.
Y sin embargo, paradójicamente, habrá que tener en cuenta que cada sujeto precisa preservar esa creación personal defensiva que es parte esencial de sí mismo y en la que está en juego la propia vivencia de ser único. Quizá la paradoja pueda ser pensada no en términos de contenidos patológicos sino de la investidura libidinal o tanática que los sostiene.
Como dice Christian Bobin en un bellísimo texto:
“Creo que un artista es alguien que (como consecuencia de traumas tempranos), tiene su cuerpo y su alma divididos, e intenta rellenar ese espacio echándole pintura, tinta, o hasta silencios. En ese sentido somos todos artistas, ejerciendo el mismo arte de vivir con más o menos talento. O para ser más preciso debiera decir: con más o menos amor.”

El Complejo De Edipo


Complejo de Edipo
El complejo de Edipo revela cada vez más su significación como fenómeno central del período sexual de la primera infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión, y es seguido al período de latencia a raiz que se va a pique {al fundamento}. A raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas.
Destacando el carácter de tales experiencias penosas, antogónicas al contenido del complejo. La falta a la satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por fuerza determinaran que los pequeños enamorados se extrañen de su inclinación sin esperanzas. El complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna.
Otra concepción dirá que el comlejo de Edipo tiene que caer porque ha llegado el tiempo de su disolución. Es verdad que el comlejo de Edipo es vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría de los humanos, pero es también un fenómeno determinado por la herencia, dispuesto por ella que tiene que desvanecerse de acuendo con el programa cuando se inicia la parte evolutiva siguiente, predeterminada.
No puede negarse el derecho que asiste a ambas concepciones, pues las dos lo tienen. Pero además son compatibles entre si; queda espacio para la ontogenética junto a la filogenética, de miras mas bastas. Tambien el individuo íntegro, por su macimiento, ya esta destinado a morir; y acaso ya su disposición orgánica contiene el indicio de aquello por lo cual morirá.
Esta fase fálica, contemporanea a la del complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se unde y es relevada por el período de latencia. Su desenlace se consuma de manera típica y apuntalándose en sucesos que retornana de manera regular.
Cuando el niño(varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir por su vasta ocupación manual en ellos, y después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no estan de acuerdo con ese obrar. Más o menos clara, más o menos brutal, sobreviene la amenaza que se le arrebatará esta parte tan estimada por él. La mayoría de las veces, la amenaza de castración proviene de las mujeres. Las mujeres mismas a una mitigación simbólica de la amenaza, pues no anuncian la eliminación de los genitales, en verdad pasivos, sino de la mano activamente pecaminosa.
Al varoncito no se lo amenaza con la castración por jugar con la mano en el pene, sino por mojar todas las noches su cama y no habituarse a la limpieza. La persistencia en mojarse en la cama ha de equipararse a la polución del adulto: una expresión de la misma excitación genital que en esa época ha forzado al niño a la masturbación.
La tesis es que la organización genital fálica del niño se va al fundamento a raíz de esta amenaza de castración. El psicoanálisis a atribuido renovado valor a dos clases de experiencias de que ningún niño esta exento y por las cuales debería estar preparado para la pérdida de parte muy apreciadas de su cuerpo: el retiro del pecho materno, primero temporario y definitivo después, y la separación del contenido de los intestinos, diariamente exigido.
Solo tras hacer una nueva experiencia empieza el niño a contar con la posibilidad de una castración, y aún entonces con vacilaciones, a disgusto y no sin empeñarse en reducir el alcance de su propia observación. La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. Llega a ver la región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de un pene en un ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración btiene su efecto con posterioriad.
La vida sexual del niño en esa época en modo alguno se agota en la masturbación. Se la puede pesquisar en la actitud edípica hacia sus progenitores; las masturbación es solo la descarga genital de la exitación sexual perteneciente al complejo, y a esta referencia deberá su significatividad para todas las épocas posteriores. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de sastifacción, una activa y una pasiva.
La acepatación de la posibilidad de la castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto ambas conllevan la pérdida del pene; una, la masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes; el yo del niño se extraña del complejo de Edipo.
Represión: al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, si bien las represiopnes posteriores son llevadas a cabo la mayoría de las veces con participación del superyo, que aquí recien se forma. Pero el porceso descripto es más que una represión; equivale, a una destrucción y cancelación del complejo. Cabe suponer que hemos tropezado aquí con la frontera, nunca muy tajante, entre lo normal y lo patológico. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión de complejo, este subsistirá inconciente en el ello y más tarde exteriorizara su efecto patógeno.
Tales son los nexos que la observación analítica permite discernir o coleghir entre organización fálica, complejo de Edipo, amenaza de castración, formación del superyo y período de latencia.
Tambien el sexo femenino desarrolla el complejo de Edipo, un superyo y un período de latencia. El clítoris de la niñita en un comienzo se comporta en un todo como un pene, pero ella, por la compración con un compañerito de juegos, percibe que es demasiado corto y siente este hecho como un perjuicio y una razon de inferioridad. Duante un tiempo se consuela con la expectativa de uqe después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande como el del muchacho. Punto donde se bisfurca el complejo de masculinidad de la mujer. Pero la niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. No parece extender esta inferencia de sí misma a otras mujeres, exactamente en el sentido de la fase fálica, un genital grande y completo, vale decir, masculino. La niñita acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.
Mucho más que el varón, estas alteraciones parcen ser resultado de la educación, del amedrentamiento externo, que amenaza con la pérdida de ser-amado. El complejo de Edipo de la niñita en mucho más unívoco que el del pequeño portador del pene, es raro que vaya más allá de la sustitución de la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La muchacha se desliza a lo largo de una ecuación simbólica del pene al hijo; parirle un hijo.
El complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual.
Nuestras intelecciones de estos procesos de desarrollo que se cumplen en la niña son insatisfactorios, lagunosas y vagas. Los vínculos causales y temporales aquí descritos entre complejo de Edipo, amedrentamiento sexual ( amenaza de castación), formación del superyo e introducción del períodod de latencia son variaciones en la secuencia temporal y en el encadenamiento de estos procesos no pueden menos que revestir considerable importancia para el desarrollo del individuo.

El Artesano De La Expresión


Cómo definir el tiempo en distancia, si la distancia se logra con el tiempo?. Cómo explicar el tiempo, si el tiempo es quien da las respuestas?.Porqué mirar como enamorado la luna, si ella nos mira todos los días?.Porqué mirar el sol, si en realidad nunca lo podemos ver?
Porqué apagar el cigarrito después de fumarlo?Porqué cuando se fuma, siempre se hacen argollas?Cómo explicar que después de tomar un líquido, nace un ?ahhh??Cómo explicar que al fotografiarnos ponemos caras de tontos?
Cómo explicar que cuando se hace un silencio colectivo, justo alguien grita?Cómo explicar que cuando todos gritan uno siempre está callado?Porqué después de hacer el amor, se duerme?Porqué no dormir antes de hacer el amor?
Porqué cuando jugamos con un bebe hablamos como él?Porqué justo cuando no nos podemos mover nos pica la nariz?Cómo explicar que cuando pensamos en el amor, nace un natural suspiro?Cómo explicar que nosotros nos reímos de los recuerdo, y otros lloran al recordarnos?Porqué intentamos explicar todo, y nunca sentimos por un todo?...